miércoles, 30 de marzo de 2011

Miologia Venezolana

Es la recopilación de todas las creencias y religiones de los diferentes grupos étnicos de Venezuela antes de la llegada de los conquistadores. Otros tienen su origen en las culturas africanas, y también la religión católica ha hecho sus aportes míticos. Creencias como el origen del mundo, del fuego y de la luz atribuidos estos generalmente a seres sobrenaturales con forma de animales pensantes y con capacidad de razonar o también seres humanos con rasgos exagerados o con poderes sobrenaturales.


Es importante señalar que aunque sean muy variados los nombres de los dioses, siempre representan más o menos lo mismo: el sol, la luna, las estrellas, fenómenos naturales, ríos, montañas, etc.


Antes de la colonización 1498


Se cree que el hombre apareció en el territorio que hoy conocemos como Venezuela hace unos 16.000 años. Esta población había llegado, por el sur de la región del Amazonas, por el oeste, de los Andes y por el norte, del Caribe. Según el antropólogo Miguel Acosta Saignes, existían las nueve áreas culturales siguientes:

  • Andes Venezolanos con los Timoto-Cuicas
  • Caribes occidentales con los Pemones, Bobures y Motilones
  • Cuenca del lago de Maracaibo con los Guajiros, que eran recolectores y pescadores
  • Arahuacos Occidentales que comprendían los Caquetíos de Falcón, Lara y Yaracuy y se extendían en el sur hasta los llanos
  • En Lara los Jirajara-Ayamán y los Gayones
  • Los Caribes del Oriente desde la Península de Paria hasta Borburata (Cerca de Puerto Cabello en el estado Carabobo)
  • En los llanos y en el delta del Orinoco (Waraos), el área de los recolectores, pescadores y cazadores de los llanos
  • Los Otomacos, Guanos, Taparitas y Yaruros en la desembocadura del Apure en el Orinoco
  • En la Guayana Venezolana, al sur del Orinoco, los Caribes nómadas (aquellos que no viven en un lugar fijo, sino que se desplazan de una zona a otra)

Cada uno de estos grupos aborígenes con diferentes dioses y creencias y cultos debido a sus diferentes estilos de vida y supervivencia.


Dioses aborígenes


  • María Lionza

  • Odo´sha

  • Espíritu maligno, dueño del bosque, del viento, demonio de la montaña y señor del ensueño. Siempre está listo a clavar una espina en la lengua de los que se atreven a salir de noche y que hacen caso omiso de su silbido de advertencia. A su cargo están los demonios llamados Suamo, dueños de animales salvajes que comen gente. Habitan las alturas de los tepuyes guayaneses.

  • Amalivaca
  • Dios Creador del mundo y de los hombres. También conocido por otras tribus como: Amaruaca y Amarivaca.

En la mitología indígena, Amalivaca fue el creador de la humanidad, del río Orinoco y del viento. En principio hizo a los hombres inmortales pero en castigo a sus faltas, los volvió mortales. Se dice que hace muchos años atrás hubo una gran inundación.


Amalivaca salió entonces en una canoa a recorrer el mundo y junto con su hermano Vochi fueron reparando los daños del diluvio, después del cual solo había quedado una pareja de humanos vivos. Ellos se fueron a una gran montaña llevando semillas de palma moriche y desde allí las dispersaron lanzándolas hacia el mundo. De estas semillas nacieron los hombres y las mujeres que pueblan el planeta.


  • Ches

Dios andino de los cultivos. A esta deidad se le invocaba para conocer el futuro de una cosecha. Se le rendían sacrificios para que el cultivo fuera bueno. Es conocido también como el dador del bien y del castigo y como habitante de los páramos y las lagunas.

  • Arco

Deidad acuática. Posee una naturaleza dual: a la vez es creador y destructor, cura pero también ocasiona enfermedades. Era esposo de Arca. Se le vincula con Ches y los arco iris. Se le identifica como un ave del páramo.


  • Tamoryayo

Según la tribu de los Yukpa, Dios creador que vivía en las nubes, de donde una vez bajó a cambiar de sitio el firmamento para colocarlo donde ahora está. Luego creó al primer Yukpa. Con el tiempo, viendo al hombre solo, le mandó a un pájaro carpintero como emisario y le mandó el mensaje de si quería compañía. El primer hombre dijo que sí y entonces el pájaro se fue en busca del árbol Manüracha o Caricai, que al ser cortado botaría sangre. El yukpa cortó en dos al árbol y se transformaron en dos mujeres. Tomó a una de ellas, le hizo cosquillas y con la risa de la mujer le entró el alma al cuerpo. Hizo lo mismo con la otra mujer y luego les puso el nombre de Yoripa. Después las preñó y así comenzaron a nacer los Yukpa.


  • Osemma

Dios yukpa de la agricultura. Era de cabellera muy larga, cubierta de flores y de granos de maíz. Como no hablaba la lengua Yukpa, usaba una ardilla de intérprete. Vivió mucho tiempo con la tribu, enseñándoles a cultivar la tierra y cuando al fin se fue, dicen los Yukpa que se empequeñeció a tal grado que la tierra se lo tragó y ocurrió entonces el primer temblor.


  • Mareiwa

Según los Waraos, era hijo del trueno. Era el poseedor del fuego, y lo guardaba celosamente en una cueva, lejos de los hombres. Junuunay, joven guajiro, pudo entrar en la cueva y robó dos brasas, y fue así como se extendió el conocimiento del fuego entre los hombres.


  • Pulowi

Según los Wayus es la esposa de Juya, dios de la lluvia. Se dice que posee muchas riquezas y que es muy peligrosa. Tiene una naturaleza dual: es la muerte, pero también es la vida.


  • Guaygerri

Junto con Urrumadua, dioses creadores entre la tribu de los Achaguas.


  • Puru

Según los Sálivas, fue la deidad que hizo todo lo bueno y vive en el cielo. Su hijo mató a una serpiente que tenía acosada a la humanidad, y de cuyas entrañas salieron unos espantosos gusanos que luego se convirtieron en los caribes.


  • Kúwai

En la tradición de los hiwi, era el Dios creador del mundo y los hombres. Para crear al primer hombre utilizó barro, pero la lluvia lo deshizo, en un segundo intento usó cera de abejas, pero el sol lo derritió, al tercer y último intento lo hizo de madera. La reproducción de los Hiwi fue gracias a un ratón que logró que sus sexos se diferenciaran.


Kuai-mare Era el Dios principal de los Waraos. Su nombre significa "El Feliz que Habita Arriba". Es blanco, cabellos largos, ojos grandes, orejas largas, tanto que una llega al oriente y otra al occidente, y los zarcillos que usa brillan como el oro y la plata. Su vestimenta es una túnica finísima que flota en el aire produciendo la brisa que agita el agua de los ríos. Cuando camina produce movimientos de tierra. Es el creador de los espíritus buenos y de los malos.


Relatos fantásticos


  • Amalivaca y la creación del mundo

Según los indios Caribes y Tamanacos, Amalivaca fue el creador de la humanidad del Río Orinoco y del viento. Vivió mucho tiempo con los Tamanacos. Dotó a toda la tribu de inmortalidad, pero por culpa de la incredulidad de una anciana, los indios se volvieron otra vez mortales. Se dice que muchos años atrás hubo una gran inundación. Amalivaca salió entonces en una canoa a recorrer el mundo y junto con su hermano Vochi arreglaron los desastres del diluvio. En esta gran inundación solo quedó una pareja de humanos vivos. Ellos se fueron a una gran colina y desde allí comenzaron a arrojar los frutos de la palma moriche, saliendo de sus semillas los hombres y las mujeres que pueblan el mundo hasta ahora.


  • El dueño del fuego

Cerca de donde nace el Orinoco vivía el Rey de los caimanes llamado Babá. Su esposa era una rana grandota y juntos, tenían un gran secreto ignorado por los demás animales y los hombres. Estaba guardado en la garganta del caimán Babá. La pareja se metía en una cueva y amenazaban con la pérdida de la vida a quien osara entrar, pues decían que dentro había un dios que todo lo devora y sólo ellos, reyes del agua, podían pasar. Un día la perdiz, apurada en hacer su nido, entró distraída en la cueva. Buscando pajuelas encontró hojas y orugas chamuscadas, como si el fuego del cielo hubiera estado por ahí. Probó las orugas tostadas y le supieron mejor que cuando las comía crudas. Se fue aleteando a ras del suelo para contarle todo a Tucusito, el colibrí de plumas rojas. Al rato llegó el Pájaro Bobo y entre los tres urdieron un plan para averiguar cómo hacían la rana y el caimán para cocer tan ricas orugas. Bobo se escondió dentro de la caverna aprovechando su oscuro plumaje. La rana soltó las orugas que traía en la boca al tiempo que Babá abría la suya, que era tremenda, dejando salir unas lenguas rojas y brillantes. La pareja comía las orugas sin percatarse de Bobo, tras lo cual, se durmieron satisfechos. Entonces, Bobo salió corriendo para contarles a sus amigos lo que había visto. Al día siguiente se pusieron a maquinar cómo arrebatarle el fuego al caimán sin quemarse ni ser la comida de los reyes del agua. Tendría que ser cuando éste abriera la tarasca para reír. En la tarde, cuando todos los animales estaban bebiendo y charlando junto al río, Bobo y la perdiz colorada hicieron piruetas haciendo reír a todos, menos a Babá. Bobo tomó una pelota de barro y la aventó dentro de la boca de la rana, que de la risa pasó al atoro. En el momento que el caimán vio los apuros que pasaba la rana, soltó la carcajada. Tucusito, que observaba desde el aire, se lanzó en picada, robando el fuego con la punta de las alas. Elevándose, rozó las ramas secas de un enorme árbol que ardió de inmediato. El Rey caimán exclamó que si bien se habían robado el fuego, otros lo aprovecharían y los otros animales arderían, pero Babá y la rana vivirían como inmortales donde nace el gran río. Dicho esto, se sumergieron en el agua y desaparecieron para siempre. Las tres aves celebraron el robo del fuego, pero ningún animal supo aprovecharlo. Los hombres que vivían junto al Orinoco se apoderaron de las brasas que ardieron durante muchos días en la sequedad del bosque, aprendieron a cocinar los alimentos y a conversar durante las noches alrededor de las fogatas. Tucusito, el pájaro Bobo y la perdiz colorada se convirtieron en sus animales protectores por haberles regalado el don del fuego.


  • El dueño de la luz

En un principio, la gente vivía en la oscuridad y sólo se alumbraba con el fuego de los maderos. No existía el día ni la noche. Había un hombre warao con sus dos hijas que se enteró de la existencia de un joven dueño de la luz. Así, llamó a su hija mayor y le ordenó ir hasta donde estaba el dueño de la luz para que se la trajera. Ella tomó su mapire y partió. Pero eran muchos los caminos y el que eligió la llevó a la casa del venado. Lo conoció y se entretuvo jugando con él. Cuando regresó a casa de su padre, no traía la luz; entonces el padre resolvió enviar a la hija menor.


La muchacha tomó el buen camino y tras mucho caminar llegó a la casa del dueño de la luz. Le dijo al joven que ella venía a conocerlo, a estar con él y a obtener la luz para su padre. El dueño de la luz le contestó que le esperaba y ahora que había llegado, vivirían juntos. Con mucho cuidado abrió su torotoro y la luz iluminó sus brazos y sus dientes blancos y el pelo y los ojos negros de la muchacha. Así, ella descubrió la luz y su dueño, después de mostrársela, la guardó. Todos los días el dueño de la luz la sacaba de su caja para jugar con la muchacha. Pero ella recordó que debía llevarle la luz a su padre y entonces su amigo se la regaló. Le llevó el torotoro al padre, quien lo guindó en uno de los troncos del palafito. Los brillantes rayos iluminaron las aguas, las plantas y el paisaje. Cuando se supo entre los pueblos del delta del Orinoco que una familia tenía la luz, los warao comenzaron a venir en sus curiaras a conocerla. Tantas y tantas curiaras con más y más gente llegaron, que el palafito ya no podía soportar el peso de tanta gente maravillada con la luz; nadie se marchaba porque la vida era más agradable en la claridad. Y fue que el padre no pudo soportar tanta gente dentro y fuera de su casa que de un fuerte manotazo rompió la caja y la lanzó al cielo. El cuerpo de la luz voló hacia el Este y el torotoro hacia el Oeste. De la luz se hizo el sol y de la caja que la guardaba surgió la luna. De un lado quedó el sol y del otro la luna, pero marchaban muy rápido porque todavía llevaban el impulso que los había lanzado al cielo, los días y las noches eran muy cortos. Entonces el padre le pidió a su hija menor un morrocoy pequeño y cuando el sol estuvo sobre su cabeza se lo lanzó diciéndole que era un regalo y que lo esperara. Desde ese momento, el sol se puso a esperar al morrocoy. Así, al amanecer, el sol iba poco a poco, al mismo paso del morrocoy.


Las cinco águilas blancas


Según la tradición de los Mirripuyes (tribu de los Andes venezolanos), fue Caribay la primera mujer. Era hija del ardiente Zuhé (el Sol) y la pálida Chía (la Luna). Era considerada como el genio de los bosques aromáticos. Imitaba el canto de los pájaros y jugaba con las flores y los árboles.


Una vez Caribay vio volar por el cielo cinco águilas blancas y se enamoró de sus hermosas plumas. Fue entonces tras ellas, atravesando valles y montañas, siguiendo siempre las sombras que las aves dibujaban en el suelo. Llegó al fin a la cima de un risco desde el cual vio como las águilas se perdían en las alturas. Caribay se entristeció e invocó a Chía y al poco tiempo pudo ver otra vez a las cinco hermosas águilas. Mientras las águilas descendían a las sierras, Caribay cantaba dulcemente. Cada una de estas aves descendieron sobre un risco y se quedaron inmóviles. Caribay quería adornarse con esas plumas tan raras y espléndidas y corrió hacia ellas para arrancárselas, pero un frío glacial entumeció sus manos, las águilas estaban congeladas, convertidas en cinco masas enormes de hielo. Entonces Caribay huyó aterrorizada. Poco después la Luna se oscureció y las cinco águilas despertaron furiosas y sacudieron sus alas y la montaña toda se engalanó con su plumaje blanco. Éste es el origen de las sierras nevadas de Mérida. Las cinco águilas blancas simbolizan los cinco elevados riscos siempre cubiertos de nieve. Las grandes y tempestuosas nevadas son el furiosos despertar de las águilas, y el silbido del viento es el canto triste y dulce de Caribay.


Johan Mendoza

CI 19501216

EES

Copa America 2007

Ceremonia de inauguración de la Copa América 2007


La Copa América 2007 fue la XLII edición de la Copa América. Esta versión del torneo se realizó en Venezuela, entre el 26 de junio y el 15 de julio de 2007, siendo la primera oportunidad que se desarrolló este evento en dicho país. Fue organizado por la Conmebol, la confederación de fútbol de América del Sur.

El evento contó con la participación de 12 equipos, de los cuales 10 corresponden a los miembros estables de la Conmebol y dos (México y los Estados Unidos) son miembros invitados, pertenecientes a la Concacaf, la confederación norteamericana-caribeña. Estos doce participantes fueron divididos en tres grupos de cuatro equipos, los cuales se enfrentaron en un cuadrangular de un sólo partido. Los dos mejores equipos de cada grupo y los dos mejores terceros avanzaron a la siguiente etapa, en que se hizo un proceso de eliminación directa hasta determinar al campeón del torneo.


De los países miembros de la Conmebol, Venezuela ha sido tradicionalmente el país en el que el fútbol ha sido menos desarrollado, siendo opacado por el béisbol. La Federación Venezolana de Fútbol se afilió a la Conmebol recién en 1952 y participó en el torneo continental por primera vez en la Copa América 1967. A pesar de ello, la preparación del evento fue realizada con entusiasmo con el fin de fomentar el desarrollo de este deporte. Por ejemplo, el gobierno venezolano invirtió cerca de 900 millones de dólares1 en el que fue el evento deportivo más importante celebrado en Venezuela desde los Juegos Panamericanos de 1983.


Reeditando la final de la Copa América 2004, Brasil se enfrentó en la final a Argentina. En el Estadio José Encarnación Romero de Maracaibo, Brasil ganó por 3:0 alcanzando su octavo campeonato y el cuarto en los últimos cinco torneos. Con el título continental, Brasil tuvo el derecho de representar a Sudamérica en la Copa FIFA Confederaciones 2009 a realizarse en Sudáfrica. Por otro lado, México obtuvo el tercer lugar y Uruguay, el cuarto.


Elección


En 1986, la dirigencia de la Conmebol decidió establecer una política de rotación para elegir las sedes de las siguientes Copas América, acabando así con el formato existente hasta ese momento de no tener una sede fija. A partir de la Copa América 1987, cada uno de los diez países miembros celebraría el torneo siguiendo un cronograma, según el cual, Venezuela sería el último país, realizando el torneo en el año 2007.


A partir de la Copa América 1993, el torneo se abrió a dos equipos invitados de otras confederaciones, siendo México uno de los más entusiastas participantes. México fue invitado desde esa fecha a todas las Copas América realizadas hasta la fecha, alcanzando incluso la final en 1993 y en 2001. Debido a la cercanía entre la Federación Mexicana de Fútbol y la Conmebol, comenzaron a surgir rumores de que México organizaría eventualmente la Copa América. Sin embargo, la Conmebol había dicho que esa posibilidad sólo se daría luego de que los diez países sudamericanos hubieran albergado el evento.


A pesar de ello, el presidente de la FMF, Alberto de la Torre, se contactó con el Comité Organizador venezolano y les habría propuesto que México organizará el evento de 2007 y Venezuela en 2009. Sin embargo, la propuesta fue rechazada por los organizadores y la sede de la Copa América 2007 fue confirmada en Venezuela.


Organización


El 3 de septiembre de 2004, la Federación Venezolana de Fútbol recibió formalmente en nombre del país, el cuaderno de cargos de la Copa América 2007 por parte de la Conmebol,4 ante el cual se forma el Comité Organizador del evento, quedando a cargo de éste Aristóbulo Istúriz, ministro de Educación y Deportes de Venezuela. El 5 de enero de 2007, Istúriz abandonó el cargo siendo reemplazado por el vicepresidente Jorge Rodríguez Gómez. En tanto, el presidente del Comité Olímpico Venezolano, Eduardo Álvarez, quedó como secretario general del comité.


El Comité Organizador fue dirigido a través del tradicional sistema FIFA de organización, con una Coordinación General, que recayó sobre Oswaldo Narváez, además de las denominadas "áreas técnicas" donde figuraron Rolando Urdaneta en Mercadotecnia, Heriberto Heredia en asuntos jurídicos, Daniel Chapela en Prensa, Francisco Camargo en Seguridad y José Hernández en Acreditaciones.


El Comité Organizador realizó diversas actividades a lo largo de todo el país para preparar el ambiente previo al torneo, incluyendo a la mayor cantidad de venezolanos posibles. Según Álvarez, el objetivo era "llevar la Copa América a cada rincón del país" para dar a conocer "una de las competencias más importantes en América", esperando una participación de 20 millones de personas. Una de las actividades más populares fue la elección de la mascota oficial del torneo, para la que se realizó un concurso en el que se recibieron 4.500.000 de propuestas de niños y adolescentes venezolanos.11 El diseño ganador fue anunciado el 29 de junio de 2006, correspondiente a una "guacamaya bandera" creada por la joven de 15 años, Jhoyling Zabaleta.11 El nombre de la mascota, Guaki fue elegido posteriormente por una encuesta en internet, donde dicha opción obtuvo un 54,17% de las preferencias. Guaki es una guacamaya, una de las aves representativas de Venezuela, vestida con la camiseta vinotinto de la selección anfitriona, y que al desplegar sus alas contiene a la bandera de Venezuela.


El comité organizador de la Copa América 2007 estimó una audiencia de 530 millones de personas en América Latina mientras que a nivel mundial el evento fue retransmitido a 185 países (25 más que en la Copa América 2004), totalizando una audiencia acumulada cercana a las 4.000 millones de personas, para lo cual se diseñaron instalaciones que permitieron acoger a más de 3.500 periodistas.13 14 La gran repercusión internacional de la Copa América despertó el interés de diversas empresas para auspiciar el evento, que alcanzó en Latinoamérica a un mercado con un poder de consumo de aproximadamente 2,7 billones de dólares.13 Seis empresas fueron seleccionadas por el Comité Organizador como patrocinadores oficiales: MasterCard, LG, Movistar, PDVSA, Brahma y Casio. Además, Maltín Polar fue seleccionado como auspiciador nacional y Chevrolet como el transporte oficial del torneo. Tras el fin del torneo, la Conmebol estimó una ganancia neta del evento cercana a los 4 millones de dólares, más del doble que la edición de 2004.


Politización del torneo


El torneo se caracterizó por una fuerte politización durante su época previa, especialmente tras las protestas al no serle renovada la concesión a la cadena RCTV por parte del gobierno del Presidente Hugo Chávez, efectuadas un mes antes del inicio del torneo. Según el Presidente Chávez, los opositores a su gobierno utilizarían la Copa América para realizar protestas como parte de un sabotaje patrocinado por los Estados Unidos.


Por otro lado, la oposición criticó la utilización política del torneo por parte de las autoridades gubernamentales. Según ellos, el torneo fue utilizado como "vitrina" para mostrar los supuestos logros de la Revolución Bolivariana y se abusó de la imagen del Presidente Chávez al promocionar el evento. A esto se sumaría la supuesta adquisición de hasta un 70% de las entradas por parte del gobierno18 para así evitar la presencia de opositores en los estadios y evitar protestas; el gobierno, por otro lado, respondió que un 80% de las entradas salieron a la venta y fueron reservadas únicamente aquellas exigidas por la organización para las diversas federaciones participantes.


Sedes


Para la 42ª edición de la Copa América, el Comité Organizador decidió en un principio elegir 8 ciudades anfitrionas. Antes de la elección, al menos 14 ciudades presentaron los oficios ante el Comité, el cual descartó a las ciudades de Barquisimeto, Maracay, Valencia, Valera, y los estados Portuguesa y Miranda por no cumplir con las exigencias establecidas. Así, las ciudades elegidas fueron Barinas, Caracas, Ciudad Guayana (Puerto Ordaz), Maracaibo, Maturín, Mérida, Puerto La Cruz y San Cristóbal. Seleccionadas las ocho sedes, el Comité Organizador reconsideró la candidatura de Barquisimeto al presentar el proyecto de un nuevo estadio. Así, Barquisimeto fue aceptada como una novena sede y se decidió desarrollar un sistema de 3 grupos de sedes, con un estadio como cabecera y dos sedes alternas para el desarrollo de la primera ronda del evento. De esta forma, la Copa América 2007 rompió el récord de sedes designadas en el torneo, establecido por Perú en la Copa América 2004, donde fueron utilizadas siete.


Una vez elegidas las ciudades anfitrionas, el Comité Organizador debió enfrentar la escasa infraestructura deportiva de alto nivel existente en el país, con pocos estadios de fútbol y ninguno que cumpliera las exigencias de la Conmebol; el estadio de mayor capacidad apenas superaba los 35.000 espectadores. A esto se sumaba la necesidad de mejorar la infraestructura general, en especial el transporte y la capacidad hotelera. Durante la primera etapa, el Comité Organizador decidió aumentar la capacidad de los estadios en mejor estado a los 40.000 espectadores, mientras se construían nuevos estadios en Mérida, Barquisimeto y Maturín. De esta forma, la capacidad de espectadores total aumentó de 155.000 a 345.000 espectadores.19

En el caso de la capital, Caracas, se optó por la remodelación del Estadio Olímpico de la UCV, dejando de lado la remodelación del Estadio Brígido Iriarte o la construcción de uno nuevo. Aunque el estadio caraqueño sería inicialmente sede de una de las semifinales, algunos días previos al inicio del torneo fue anunciado que por razones de seguridad sólo albergaría el partido de definición del tercer lugar, siendo reemplazado por el Estadio José Encarnación Romero de Maracaibo, que también albergó el encuentro final del campeonato.20

Aunque el presupuesto inicial para el torneo era de aproximadamente 40 millones de dólares, los que serían desembolsados por el gobierno nacional, la cifra se disparó alcanzando los 900 millones de dólares de inversión pública.1 Comparativamente, Perú gastó 13,2 millones de dólares en la edición previa del torneo y la edición más cara hasta ese entonces, la Copa América 1995 realizada en Uruguay, apenas había sobrepasado los 25 millones de dólares


Árbitros


El 30 de mayo de 2007 fue anunciada por la Conmebol la lista de árbitros para la competencia. La lista incluye 13 árbitros, uno por cada país participante a excepción de Paraguay, con dos representantes. De éstos, cinco estuvieron presentes en la Copa Mundial de Fútbol de 2006: Carlos Simon, Óscar Julián Ruiz, Carlos Amarilla, Jorge Luis Larrionda y Benito Archundia.


En cuanto a los árbitros asistentes, cada uno de los países de la Conmebol tuvo un representante, a excepción de los locales que tuvieron tres; México y Estados Unidos no tuvieron árbitros suplentes elegidos. Además, los árbitros venezolanos Juan Soto y Gerardo Quintero fueron seleccionados para actuar como suplentes, en caso que alguno de los árbitros oficiales o asistentes no pudiese participar en los encuentros.


Equipos participantes


Al igual que en las últimas ediciones de la Copa América, esta versión contó con la participación de 12 equipos, 10 de los cuales son las selecciones nacionales miembros de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) y dos selecciones invitadas provenientes de la confederación de América del Norte, Concacaf. Conmebol invitó a las dos selecciones de dicha confederación con las posiciones más altas en la clasificación mundial de la FIFA, México y los Estados Unidos. México, que desde su primera invitación en la Copa América 1993 ha sido uno de los combinados más exitosos, aceptó de inmediato; sin embargo, Estados Unidos rechazó la invitación debido a conflictos con el calendario de eventos de la Major League Soccer. Ante la ausencia estadounidense, la Conmebol pensó en invitar a Costa Rica, el tercer país de la Concacaf mejor calificado. Pero, finalmente la selección de los Estados Unidos aceptó la invitación, completando así el cuadro final del torneo.


En 2005, tras el fin de las inspecciones de la Conmebol a la comisión organizadora, se planteó la posibilidad de aumentar el número de participantes de 12 a 16, dejando así 4 grupos de cuatro participantes, de forma similar a la estructura de otros torneos similares (como la Eurocopa). Para ello, se cursarían invitaciones a diversas selecciones, entre las que se nombró en primera instancia a España, Portugal (ambas de la confederación europea, UEFA), Corea del Sur y Japón (pertenecientes a la confederación asiática, AFC), pero la idea no fructificó y el campeonato se mantuvo como estaba previsto originalmente.


El 14 de febrero de 2007 fue realizado en Caracas el sorteo de los equipos, siendo divididos en tres grupos de cuatro participantes. A cada grupo le fue asignado un grupo de estadios y uno de los tres cabezas de serie: Venezuela (el equipo local), Argentina y Brasil (los dos equipos mejor clasificados según la FIFA).


Desarrollo


En el grupo A, formado por Venezuela, Perú, Uruguay y Bolivia, los cuatro equipos lucharon ajustadamente por la clasificación a la siguiente fase. Aunque Perú logró una contundente victoria ante Uruguay en el debut, en la ronda siguiente sería derrotado por Venezuela que tendría su primera victoria en la historia del torneo desde su primera participación en 1967. Los locales obtuvieron además empates ante Bolivia y Uruguay, lo que permitió su paso a la segunda ronda junto a peruanos y uruguayos, mientras Bolivia se convirtió en el primer equipo eliminado.


Manteniéndose invicto en sus tres encuentros, México fue el equipo dominador del Grupo B, compuesto además por Brasil, Chile y Ecuador. El combinado brasileño, pese a ser considerado uno de los mejores equipos del planeta, llegó con un equipo con pocos titulares y que presentó diversas irregularidades en su desempeño a pesar de las victorias ante chilenos y ecuatorianos. Estos últimos se retiraron con tres derrotas, pese a que su plantel era el mismo con el que llegó a cuartos de final durante la Copa Mundial de Fútbol de 2006.


Argentina, el gran favorito del torneo, se impuso claramente ante Estados Unidos por 4:1 en su primer encuentro del campeonato, mientras Paraguay superó a Colombia por 5:0. En la fecha siguiente, Paraguay y Argentina derrotaron cómodamente a sus rivales por lo que en el último partido, ambos equipos ya clasificados disputaron el primer lugar del grupo. El solitario gol de Javier Mascherano permitió la victoria argentina y su clasificación como líder del grupo C. Colombia, pese a su victoria por 1:0 al combinado estadounidense, quedó tercera y con puntaje menor al obtenido por Chile y Uruguay, los dos otros equipos que finalizaron en dicha posición, por lo que debieron retirarse del evento.


Ya en la segunda ronda, los cuatro equipos más fuertes clasificaron a las semifinales con sendas victorias. Debido a la estructura de clasificación, Brasil y Chile volvieron a encontrarse en cuartos de final, al igual que Venezuela y Uruguay. A pesar del empate en la fase grupal, los uruguayos ganaron por 4:1 y acabaron con el sueño de los locales de alcanzar algún lugar en el podio. Chile, en tanto, fue derrotado abrumadoramente por Brasil con un marcador final 6:1, que fue seguida por una fuerte polémica en el país andino luego de conocerse una serie de incidentes protagonizados por jugadores del plantel (incluyendo al capitán Jorge Valdivia) en el hotel donde se hospedaban.26 Los paraguayos también fueron goleados, 6:0, esta vez por los invitados mexicanos, mientras Argentina ganó por 4:0 a los peruanos.


En semifinales, Brasil y Uruguay igualaron tras el tiempo reglamentario a dos goles, tras lo cual se realizó una definición por penales, que permitió el pase del equipo brasileño a la final y así tener opción a revalidar su título. Argentina se convirtió en el segundo finalista, tras derrotar por 3:0 a México. En el partido por el tercer lugar, México obtuvo la victoria al derrotar a los uruguayos por 3:1.


La final se disputó en el Estadio José Encarnación Romero de Maracaibo. Argentina para la mayoría de los especialistas llegó dispuesta a tomar revancha de la derrota en la definición por penales ante Brasil en la final de la Copa América 2004. Sin embargo, el desarrollo del partido fue contrario a lo esperado: Brasil dominó gran parte del encuentro a pesar de su irregular campaña previa y derrotó a los albicelestes con goles de Júlio Baptista y de Daniel Alves sumado a un autogol anotado por Roberto Ayala. Brasil alcanzó así su octavo título y Argentina quedó subcampeón por segunda vez consecutiva.llo


miércoles, 9 de marzo de 2011

Literatura en Venezuela

Literatura de Venezuela se refiere a la obra literaria realizada en este país y por escritores venezolanos, desde el período de la colonia hasta el siglo XXI.


Literatura indígena y colonial


La primera manifestación literaria de la que se tiene conocimiento en nuestro país es la llamada literatura indígena, la cual ha sido conservada por la tradición. Esta manifestación aunada a la literatura colonial, particularmente las reseñas pormenorizadas sobre las peculiares características del nuevo mundo escritas por los colonizadores españoles o crónica de indias, constituyen el punto de partida de la literatura en el país. La literatura indígena, propia de las culturas desarrolladas antes de la llegada de los conquistadores españoles, fue conservada por la tradición oral. Tras una ardua labor de investigación posterior se han logrado publicar interesantes colecciones de cuentos y tradiciones, como las recopiladas por Fray Cesáreo de Armellada en su libro Taurón Pantón, ilustrativo grupo de relatos de los indios pemones del sur de Venezuela. Las crónicas de indias hechas por los conquistadores son otro precedente de la literatura nacional. La primera crónica que inaugura este género dentro de nuestro continente es la Tercera carta de relación a los Reyes Católicos, escrita por Cristóbal Colón, tras su tercer viaje, al tocar tierra firme en territorio venezolano. En este texto, Colón hace referencia a la extraordinaria belleza natural de la región, así como también a las costumbres de sus habitantes. La descripción de una realidad que les era ajena marcada por la visión medieval del mundo que tenían los cronistas, derivó en textos con marcada propensión a la fantasía. En el siglo XVII, aparecen publicadas las crónicas de José Oviedo y Baños (1671 – 1738), su obra posee una gran madurez desde el punto de vista historiográfico y literario. En 1723 publicó Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela, obra que a partir de entonces se ha tenido como fuente fundamental de la historia del país.


Literatura republicana


La literatura de inicios del siglo XIX no es muy abundante pues los intelectuales y políticos estaban ocupados en las guerras libertarias. Sin embargo, surge la oratoria como forma alternativa para propagar las ideas independentistas y cuya belleza retórica y estilística hace que se le ubique dentro del espectro literario. En este período sobresale también la producción poética de Andrés Bello, primer poeta en proponer la creación de una expresión lírica americana. Su poesía es considerada como precursora de la temática latinoamericana en la lírica continental, tal como se puede observar en Alocución a la poesía (1823) y en Silva a la agricultura de la Zona Tórrida (1826). En vísperas de la independencia, llega la primera imprenta a Caracas y con ella surgen importantes periódicos, entre los que destaca El correo del Orinoco, a través de los cuales se difunden las ideas libertarias. Sin embargo, antes de la aparición de los primeros periódicos, estas ideas eran principalmente difundidas a través de la oratoria, pues las imprentas españolas difícilmente accederían a la publicación de ideas que atentaran en contra de su hegemonía.


Sin embargo, entre los avatares de la revolución fue que el germen de una identidad genuina ensayó sus fueros humanísticos. La copiosa correspondencia del Libertador, así como los documentos oficiales de sus atribuciones republicanas, dilucidan no sólo el mosaico colosal de su genio político, sino también la prolijidad de una pluma tan exquisita como intensa. De gran belleza estética y profunda preocupación filosófica es Mi delirio sobre el Chimborazo una especie singular que Simón Bolívar le distingue de las contradicciones de su tiempo, y en la que por etérea proporción discurre desde la clarividencia de un tribuno hasta la humildad de un profeta señalado para un mundo naciente y por lo mismo promisorio. Es en Simón Rodríguez, filósofo y pedagogo caraqueño, cuando genuinamente se ensayan formulas americanas ya mejor meditadas para las insipientes repúblicas; su obra, aunque dispersa en los avatares de su singular vida, compila no sólo su preocupación sociológica, sino también la urgencia de un código intelectual. Primero por auspicio de su célebre pupilo (Simón Bolívar) alcanza parcialmente a aplicar algunas de sus ideas, muchas de las cuales fueron difundidas después y ampliadas en un castellano auténtico y a veces irónico como Voltaire. Además de sus peculiares publicaciones y de su correspondencia, es célebre su defensa que hace de la gesta bolivariana, construida con un rigor lógico.


La novela


Las primeras novelas


Muchos autores coinciden al afirmar que la novela venezolana surge a mediados del Siglo XIX, tras la publicación de Los mártires, de Fermín Toro en 1842. Las primeras novelas venezolanas siguen los postulados de las corrientes literarias que para la época prevalecían en el ámbito mundial. A excepción de las inscritas en el marco del modernismo, movimiento literario de origen latinoamericano. En el tardío romanticismo venezolano, tuvieron gran aceptación las novelas de carácter histórico que se adaptaban al espíritu romántico, como Blanca de Torrestella (1868), de Julio Calcaño. Bajo estas influencias románticas se escribieron muchas novelas de tono sentimental, así como también novelas de denuncia: Zarate (1882) de Eduardo Blanco y Peonía (1890) de Manuel Vicente Romero García. En el grueso de los casos, las primeras novelas venezolanas funcionan como tribunas para denunciar las injusticias sociales, o como instrumentos pedagógicos o de construcción de la identidad nacional. A partir de los inicios del siglo XX, estas preocupaciones se irán relajando: el valor literario y estético cobrará mayor importancia, sobre todo tras el surgimiento del modernismo, en el que prevalecía el cuidadoso lenguaje y el adorno retórico. Son piezas claves para comprender la producción de este período las novelas de Manuel Díaz Rodríguez quien publica en 1901 su primera novela: Ídolos rotos, sátira política y social de la sociedad de la época, evidenciando una problemática lucha entre lo nacional y lo mundial. A través de esta novela y del resto de su producción, Sangre patricia (1902) y Peregrina (1922), percibimos una fina sensibilidad que idealiza la naturaleza venezolana, cruzada por tipos y costumbres; sensibilidad plasmada en las páginas a través de un lenguaje cuidado y extremadamente culto.


La novela venezolana a principios del Siglo XX


El año de 1910 se toma como punto de partida de nuevas experiencias estéticas que reaccionan en contra del modernismo e intentan escribir acerca de la vida común. De manera que se perfila una nueva expresión literaria de carácter realista, en la que reaparecen viejas esencias del costumbrismo. En este momento de la trayectoria de la novela venezolana son relevantes los nombres de José Rafael Pocaterra, Teresa de la Parra y Rómulo Gallegos, entre otros. Política feminista, es la primera novela publicada por Pocaterra, cuya obra ha sido enmarcada dentro del realismo. En La casa de los Abila (1946) este autor logra reflejar con extrema agudeza la decadencia y descomposición social y política de la realidad que lo circunda. Un punto de referencia dentro de la novelística nacional lo constituye Rómulo Gallegos, quien publicó diez novelas ambientadas en distintos espacios de la geografía venezolana, conectadas con las concepciones positivistas y de un profundo realismo social. Reinaldo Solar (1920), fue su primera novela, a la que siguieron La trepadora (1925), Doña Bárbara (1929), Cantaclaro (1934), Canaima (1935), Pobre negro (1937), El forastero (1942), Sobre la misma tierra (1943), La brizna de paja en el viento (1952) y Tierra bajo los pies (1971). Características comunes de estas obras serían su alto sentido pedagógico, la lucha entre civilización y barbarie como temática recurrente, además de la interpretación de aspectos controversiales de bbbhjkla sociedad. Algunos autores afirman que Gallegos, quien llegó a ser Presidente de la República, trazó su ideología política a través de la escritura de sus novelas. Ifigenia publicada en París en 1924, fue la primera novela de Ana Teresa Parra Sanojo, mejor conocida por su seudónimo Teresa de la Parra. Esta novela, que relata las preocupaciones de una mujer moderna, ganó en París el "Concurso de novelistas americanos" el mismo año de su publicación. Memorias de Mamá Blanca, publicada también en París en 1929, representa el criollismo universalizado.


Los nuevos clásicos venezolanos


Con una abundante producción literaria, no sólo dentro del plano de la novela sino también en otras categorías genéricas, destaca la labor de Arturo Uslar Pietri y Miguel Otero Silva. Estos autores se consideran como pertenecientes al canon literario venezolano y se constituyen en autores clásicos del Siglo XX. Arturo Uslar Pietri, quien ganó el premio "Príncipe de Asturias" en España y el "Premio Rómulo Gallegos" en Venezuela con su novela La visita en el tiempo, se ha constituido en un punto de referencia dentro de la producción novelística nacional. Es uno de los autores de mayor difusión dentro y fuera del país e incursionó en diversos géneros, siempre de manera destacada. Sus novelas se caracterizan por una estructura anecdótica de marcada influencia vanguardista y por una recurrente temática histórica, que algunos estudiosos de su obra han visto como señal de una búsqueda de las raíces de la venezolanidad, desde una perspectiva universal, no obstante, enfocada también hacia la búsqueda de lectores ajenos a la idiosincrasia nacional. Debido a su abundante producción de alta calidad literaria, Uslar es un autor indispensable para el estudio de las letras venezolanas. De igual manera ocurre con Miguel Otero Silva, quien tras una ardua labor periodística en Venezuela, se dedica a la creación literaria. Fundador del diario El nacional, este importante novelista se vale de una visión aguda y crítica para abordar la realidad del país a través de sus obras. Tal como sucede en Casas Muertas o en Cuando quiero llorar no lloro.


Precursores de la novela contemporánea


Enrique Bernardo Núñez y Guillermo Meneses proponen otras maneras de abordar la novela al elaborarlas desde perspectivas novedosas en las que la realidad se ve asediada por la interioridad de los personajes y por elementos imaginativos y fantásticos. Aunque diferentes entre sí, la obra de estos autores constituye un precedente importante en la evolución de la novela contemporánea. Otra manera de abordar la realidad, en la que se observa una mayor riqueza imaginativa, se hace patente en las novelas de Bernardo Núñez, quien a pesar de centrar su atención en lo histórico, problematiza las nociones de verdad y ficción al hacer "historias noveladas". Su primera novela Sol interior (1918) aborda esta temática, pero es en Cubagua (1931), considerada su obra capital, en la que logra superar a todas sus novelas anteriores. Enrique Bernardo Núñez y Guillermo Meneses han sido considerados como unos de los precedente fundamentales de la novela venezolana contemporánea. En la obra de Guillermo Meneses se tejen temáticas complejas con estructuras discursivas finamente elaboradas. Siendo la cúspide de su producción novelesca El falso cuaderno de Narciso Espejo (1952), novela profunda de grandes ambiciones, en la que se observa el cruce de simbologías y la representación de las zonas interiores de los personajes. La misa de Arlequín (1962), la última novela de Meneses ha sido considerada como una continuación de la temática y los logros discursivos alcanzados por su novela anterior. Otros autores a tener en cuenta serían Antonia Palacios, Pedro Berroeta, Mario Briceño Iragorry, con su única novela Los Ribera (1957), Gloria Stolk, Antonio Arraíz, Lucila Palacios y Ramón Díaz Sánchez, este último con Mene (1936), novela de denuncia de los estragos de la explotación petrolera en Venezuela.


De la violencia a la interioridad


A partir de 1958 hasta ahora muchos cambios históricos, culturales y sociales se han sucedido afectando de manera significativa la producción literaria en Venezuela. Dos temáticas fundamentales prevalecen en este período permitiendo la aparición de nuevos tipos de novelas: novela de la violencia y la novela de la interioridad. En este año es derrocada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y se instaura un régimen democrático, que va a estar asediado por grupos de oposición con claras vinculaciones marxistas e influenciados por la revolución cubana liderizada por Fidel Castro. Se trata de grupos armados de oposición al régimen político prevaleciente, la llamada "guerrilla", la cual va a ser fuente de anécdotas para los escritores de entonces, muchos de los cuales militaron dentro de sus filas. De manera que la literatura de esta época está caracterizada por un fuerte compromiso político. Como novelas de la violencia ha sido estudiada la producción de José Vicente Abreu, Se llamaba SN (1964) es un caso paradigmático. A finales de los sesenta y principio de los setenta la novela de la guerrilla define sus postulados a través de obras fundamentales como Historias de la calle Lincoln (1971) de Carlos Noguera y País Portátil (1968) de Adriano González León, quien abordó las preocupaciones sociales y políticas que vivía Venezuela en esa época, pero supo rebasar el esquema testimonial para dar una dimensión más profunda y literaria al tema de la guerrilla urbana. También destacan en este período la llamada "novela de la interioridad", cuyo precursor sería Salvador Garmendia con su novela Los pequeños seres (1959) en la que prevalece la introspección de los personajes. El humor, aunque no muy abundante en la creación literaria de este momento, encuentra su máximo exponente en Renato Rodríguez, con su Al sur del Ecuanil (1963). La novela que experimenta con nuevas estructuras narrativas y lenguaje lúdico se hace presente a través de la obra de José Balza, Oswaldo Trejo y Luis Britto García. Un tema poco usual como lo es el de los avatares de la juventud atraviesa las páginas de Piedra de mar (1968) de Francisco Massiani.


Novela contemporánea


Al lirismo y la disolución, tanto argumental como estructural, que prevaleció en los años setenta, siguió a mediados de los ochenta una vuelta a la anécdota. Ésta fue potenciada por la obra de Francisco Herrera Luque, y, posteriormente, por la de Denzil Romero. El panorama literario parecía escindirse entre los autores cuyo proyecto estético se centraba en una recuperación del hilo anecdótico de lo narrado, y otros a quienes les preocupaba más la experimentación con el lenguaje y las maneras de abordar la historia. En los años noventa esta escisión queda de lado. Muchos autores consiguieron mezclar estas dos tendencias opuestas en sus obras logrando así una recreación poética de la realidad sin caer en los extremos de la incomprensión y una recuperación de la anécdota sin descuidar lo estético y lo literario. Estos escritores reconocen una línea directa de influencias de Salvador Garmendia, Adriano González León, Alfredo Armas Alfonzo y las propuestas del grupo EN HAA.

A partir de entonces han prevalecido como ejes temáticos lo rural: En virtud de los favores recibidos (1987) de Orlando Chirinos; las sagas familiares: El exilio del tiempo (1991), de Ana Teresa Torres; las memorias y la narrativa de los cambios petroleros, en Milagros Mata Gil; la mirada sobre el mundo de la violencia y la marginalidad: Calletania (1992), de Israel Centeno y Caracas Cruzada (2006), de Vicente Ulive-Schnell; la revisión de la guerrilla desde una mirada contemporánea: Juana la roja y Octavio el sabrio (1991), de Ricardo Azuaje; las relaciones con la música popular: Si yo fuera Pedro Infante (1989) de Eduardo Liendo; las nuevas novelas históricas: La tragedia del generalísimo (1983), de Denzil Romero; la mirada sobre el amor y la diáspora, El libro de Esther (1999) , de Juan Carlos Méndez Guédez; la revisión de la memoria del país: Falke (2005) , de Federico Vegas; la exploración del viaje hacia un norte simbólico, El niño malo cuenta hasta cien y se retira (2005) , de Juan Carlos Chirinos; la exploración en el miedo contemporáneo al dolor, La enfermedad (2006) , de Alberto Barrera Tyszka; la indagación paulatina en el fragor urbano contemporáneo, Latidos de Caracas (2007) , de Gisela Kozak; y la reconstrucción de la infancia, El abrazo del Tamarindo (2008) , de Milagros Socorro; entre otros. Muchos de estos escritores han evolucionado, tanto en la temática como en la expresión narrativa. Tal es el caso de Ana Teresa Torres, que ha explorado la novela erótica y la novela policial, que tenía pocos intentos, salvo quizá "Los platos del Diablo", de Eduardo Liendo. Y Milagros Mata Gil, quien buscó la autobiografía ficcionada y la novela histórica, como "María de Majdala: otra versión del anathema", donde mezcla profundos conocimientos teológicos, un lenguaje lírico y la intención de rescatar la vida femenina en el siglo I de nuestra era.


El cuento


El modernismo y la generación del 18


En los comienzos de la cuentística venezolana, las revistas como El cojo ilustrado juegan un papel fundamental para la difusión de las obras de los escritores dedicados a este género. El modernismo y el realismo dominan el panorama literario del país. Las mismas corrientes literarias que marcaron las pautas literarias de la novela influyen en las narraciones cortas. Muchos autores se dedican a ambos géneros, tal es el caso de Manuel Díaz Rodríguez, quien escribió cuentos modernistas; Luis Manuel Urbaneja Achelpolh, quien creó cuentos de corte costumbristas, entre otros. Cuentos grotescos de Rafael Pocaterra es una obra capital para comprender la evolución de la narración corta venezolana de esta época. Con la llamada generación del 18 el realismo se ve robustecido con el contenido social de las nuevas tendencias, sin desdeñar el criollismo. Aunque la del 18 fue una generación fundamentalmente de poetas, tuvo proyección en el campo de la cuentística. Estuvo influenciada por movimientos europeos, en especial por el cuento ruso. Fuera de grupos literarios y de movimientos definidos, Julio Garmendia escribió cuentos con un particular estilo, que le ha consagrado como uno de los principales cuentistas venezolanos. Entre su obra cabe destacar Tienda de muñecos y La tuna de oro. Obras de fina factura que se anticipa a la temática fantástica que tendría lugar después.


El cuento vanguardista


En 1928 surge la generación de vanguardia caracterizada por su rebeldía y por un extremado gusto por la metáfora y el lenguaje barroco. En el marco de los postulados de la vanguardia y a partir de la década del 50 son significativos los nombres de Guillermo Meneses y Gustavo Díaz Solís. El premio de cuentos del diario El Nacional se constituye en una institución legitimizante de la labor de los jóvenes cuentistas. Uno de los cuentos más celebrados e influyentes dentro de la narrativa venezolana a partir de su publicación hasta nuestros días es La mano junto al muro (1952) de Guillermo Meneses. Relato cuya trama está dominada por lo psicológico, la interioridad de los personajes y la ambigüedad de una estructura anecdótica circular. Meneses es uno de los escritores que más ha influenciado a las nuevas generaciones, junto con Gustavo Díaz Solís, quien se dio a conocer al ganar el premio literario de la revista Fantoches, con su cuento Llueve sobre el mar en 1943. Muy importante para generaciones posteriores es su cuento Arco Secreto, en el que la anécdota esta tejida por un discurso de resonancias contemporáneas. En los años sesenta y setenta las experimentaciones formales que atravesaron la novela también influyeron en los cuentos. La experimentación lúdica exacerbada con el lenguaje es una de las características fundamentales de la obra de Oswaldo Trejo. La experimentación formal y genérica se hace presente en la obra de Alfredo Armas Alfonso, especialmente en El Osario de Dios, libro conformado por cuentos cortos de anécdotas que se conectan, apelando a un género intermedio entre el cuento y la novela. En realidad, casi toda la obra literaria de este autor conforma un corpus que algunos críticos han planteado como una gran novela fragmentaria, como la realidad. Alfredo Armas Alfonzo, como William Faulkner, escribió muy específicamente sobre una región geográfica, la Cuenca del Unare, a la que conformó según sus recuerdos, nombrando la fauna y la flora con las palabras regionales. Milagros Mata Gil, quien ha estudiado a fondo su obra, lo considera "un demiurgo" de la Cuenca del Unare, cuyo eje es Clarines.


El cuento contemporáneo


A partir de los años ochenta, la cuentística nacional retoma la anécdota, que se hallaba diluida en medio de los juegos con el lenguaje y el extremado experimentalismo, para de esta manera recuperar a los lectores comunes que en los años 70 se habían alejado del género. A finales de los 80 prevalecen los relatos que se centran en temáticas como la música popular, el cine y la cultura de masas. También se retoman los relatos de aventuras, el policial, la ciencia-ficción. Algunas veces se nota un descuido discursivo producto del afán de contar, pero en los años noventa, los cuentistas, al igual que los novelistas, han logrado contar una historia interesante sin descuidar los aspectos formales del texto, manteniendo así un alto nivel literario y estético. Tal es el caso de las generaciones de cuentistas entre los que se destacan: Silda Cordoliani, Ricardo Azuaje, Antonio López Ortega, Juan Carlos Méndez Guédez, Rubi Guerra, Israel Centeno, Juan Carlos Chirinos, Luis Felipe Castillo, Milagros Socorro, Dina Piera Di Donato, Slavko Zupcic, Rodrigo Blanco Calderón, Fedosy Santaella, Yady Campo, Salvador Fleján, Roberto Echeto y Enza García Arreaza.


El ensayo


El ensayo en el Siglo XIX y principios del XX


Muchos autores coinciden en señalar que el origen del ensayo venezolano se remonta a los años finales del siglo Siglo XIX. En este período los ensayistas se dedicaron a reflexionar en torno a la identidad nacional. El objetivo principal de sus escritos fue el de elaborar las bases ideológicas para fundar la nación recién independizada. En el modernismo esta temática se amplía al incluir lo estético y lo literario.


Vanguardia, modernidad y posmodernidad


El ensayo de vanguardia surge con la generación del 18 y la generación del 28, especialmente con la producción de Julio Planchart, Enrique Bernardo Núñez, Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas, quienes abordaron en sus páginas los problemas sociohistóricos y culturales venezolanos. A partir de los años 60 los ensayistas se ven influenciados por el pensamiento teórico posmoderno. Tras el cuestionamiento de las grandes ideologías de la modernidad, los ensayistas toman un tono más escéptico, emparentado con los planteamientos filosóficos mundiales de finales del Siglo XX. Los ensayistas de la posmodernidad abordan temas como la globalización, los medios de comunicación masiva, la relatividad de la noción de verdad. Se instaura en el género la duda y lo inacabado del planteamiento de las ideas como marcas fundamentales de la época. Luis Britto García, Víctor Bravo, Guillermo Sucre, entre otros, han producido ensayos de gran valor filosófico, estético y social.


Poesía


Poesía en el Siglo XIX


A principios del Siglo XIX Andrés Bello despunta como uno de los poetas más significativos del momento con una obra que se inscribe primero dentro del neoclasicismo y luego dentro del romanticismo. Estos movimientos literarios de origen europeo, al igual que el parnasianismo, tuvieron gran repercusión en los primeros poetas venezolanos. Andrés Bello escribió sus famosas silvas entre 1823 y 1826 en un estilo emparentado con el movimiento neoclásico que dictaba las pautas en la literatura de esos días. Más tarde, mientras se encontraba en Londres, descubre el romanticismo que nutre sus próximos poemas. En ese período, el romanticismo fue acogido por los poetas venezolanos, tal es el caso de la poesía escrita por Fermín Toro, Juan Vicente González y Cecilio Acosta. Sobresale dentro de este periodo la obra de Juan Antonio Pérez Bonalde, quien se inicia como polemista y humorista en revistas y periódicos a partir de 1865. Según algunos autores, Pérez Bonalde es el máximo representante del romanticismo en Venezuela, para otros es el precursor del modernismo. Sus poemas Vuelta a la patria y Niágara están considerados como los más representativos de la obra del autor y de la poesía nacional, en ellos se observan todas las búsquedas del romanticismo aunado a elementos fuertemente biográficos. El parnasianismo reaccionó en contra de los excesos del romanticismo. Proponía una literatura de inspiración clásica, economía de recursos estilísticos y sobriedad de las formas. Se inscriben dentro de estos postulados las obras líricas de Manuel Fombona Palacios, Jacinto Gutiérrez Coll, Andrés Mata, entre otros.


Modernismo vs Vanguardia en la poesía venezolana


Las revistas El cojo ilustrado y Cosmópolis funcionaron como órganos de difusión de la obra de autores modernistas, quienes tomaron la escena literaria con la fuerza que le imprimía este movimiento de raíces absolutamente latinoamericanas. Más tarde, aparece la vanguardia como fuerte reacción en contra de la estética modernista. El movimiento modernista se caracterizaba por el uso de patrones rítmicos tradicionales y una temática en la que prevalecía el cosmopolitismo cultural, esto es la presencia dentro de sus poemas de múltiples referentes a realidades pertenecientes a otros ámbitos mundiales, así como elementos mitológicos. Dentro de estos postulados es relevante la obra de poetas como Alfredo Arvelo Larriva, José Arreaza Calatrava y Cruz Salmerón Acosta. Francisco Lazo Martí y Udón Pérez pertenecen al nativismo, movimiento que se adhiere a los postulados del modernismo, pero que toma como temática principal al paisaje y la realidad venezolanos. Con la aparición de la llamada Generación del 18 se inicia una nueva etapa en el desarrollo de la poesía venezolana. Los poetas pertenecientes a ella reaccionan en contra de la estética modernista e instauran el movimiento de vanguardia, relacionado estrechamente con la vanguardia europea. Fernando Paz Castillo, Enrique Planchart y Luis Enrique Mármol, son los grandes vanguardistas nacionales. Andrés Eloy Blanco utiliza los aspectos formales característicos del modernismo, combinándolos con temas nacionales y folklóricos. Considerado el poeta popular de Venezuela, incursiona brevemente en la temática vanguardista, con su libro Baedeker 2000. José Antonio Ramos Sucre es considerado hoy como el poeta más importante de la primera vanguardia venezolana. Su obra no tiene antecedentes dentro de la literatura nacional, pero si muchos seguidores, y está caracterizada por el uso de la prosa poética, atravesada por imágenes y símbolos provenientes de las mitologías griegas, orientales y celtas. Su producción lírica consta de tres libros: La torre de Timón (1925), El cielo de esmalte (1929) y Las formas del fuego (1929).


Grupos literarios, revistas y poesía contemporánea


La aparición de grupos literarios a partir de 1935 se constituye en un fenómeno relevante para comprender la trayectoria de la lírica nacional. Es importante reconocer, sin embargo, que la tradición de grupos literarios empieza en 1894 con la formación de "Cosmopolis" por los escritores Luis Urbaneja Archepohl, Pedro Cesar Dominici y Pedro Emilio Coll. Romulo Gallegos, por su parte, fundo el grupo "La Alborada" en 1909 promover una estética puramente latinoamericana. Después de los ,30 el primer gque pasó a formar parte de la historia literaria venezolana fue el grupo "Válvula", compuesto por autores como Arturo Uslar Pietri, Antonio Arraiz y Miguel Otero Silva. "Válvula" ocupa un lugar privilegiado por ser el primer grupo en oponer directamente al gobierno. Después de "Válvula" apareció el llamado Grupo Viernes, al que siguieron muchos otros. Ent Pascual Venegas Filardo fue el fundador del grupo Viernes. A esta agrupación, relacionada con la estética surrealista, perteneció Vicente Gerbasi. Sus poemas enfrentan la temática de la niñez y la búsqueda de la identidad. Su obra más representativa es el largo poema Mi padre el inmigrante (1945). A raíz de la aparición de Viernes, proliferan las agrupaciones literarias en el país. Así, el grupo Presente, el grupo Suma y la Generación del 42, surgen como reacción antiviernista y se adhirieron a la temática hispanizante. Más tarde, en 1948, aparece en la escena literaria el grupo Contrapunto, cuyo fundador fue Héctor Mujica. Con un mensaje más político que estético, el grupo Cantaclaro editó una revista que llevó el mismo nombre, y se opuso a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. A partir de 1955 son relevantes las propuestas estéticas de grupos como Sardio y Tabla Redonda. A este último grupo perteneció Rafael Cadenas, uno de los poetas más importantes de las letras nacionales. En 1960, Cadenas publica Cuadernos del destierro, libro compuesto por poemas cuya temática fundamental es la búsqueda de la identidad y del sentido de la existencia. En 1963 este autor publica su poema Derrota. El techo de la ballena, Trópico uno, 40º a la sombra, La pandilla de Lautreamont, En Haa, son otras de las agrupaciones que en los convulsionados años 60 y 70 aglutinan propuestas estéticas y políticas radicales. En los años 80, los grupos Tráfico y Guaire conducen a la lírica nacional por nuevos senderos, una vez agotados los códigos literarios de las décadas anteriores. Con una búsqueda estética emparentada con los postulados de las postrimerías del Siglo XX, aparecen grupos como Quaterni deni y Eclepsidra. Eugenio Montejo fue uno de los poetas más importantes de finales del Siglo XX y comienzos del XXI. En el interior de Venezuela existe una gran vitalidad en las últimas décadas del siglo XX en la poesía venezolana acontemporánea con nombres como Ana Enriqueta Terán, Ángel Alvarado, Yeo Cruz, José Antonio Yepes Azparren y Natividad Barroso que generalmente son figuras emblemáticas de sus regiones con gran influencia sobre los creadores locales. en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952.


Johan Mendoza

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